El primer texto de la semana fue tomada del libro “La piedra de toque: la ciencia a prueba” de Jean-Marc Lévy-Leblond. En los capítulos que leímos comienza criticando a la ciencia como forma cultural. Distingue 3 funciones de la actividad crítica que debería tener la ciencia: la función productora, la cual se refiere a los procesos internos de producción donde la crítica debe verificar la validez del trabajo (su calidad); el sentido, lo que significa una producción en su entorno social; y su orientación que se refiere a tomar en cuenta la ruta histórica de una disciplina, criticarlo desde sus raíces. La función mediadora, la cual se refiere a la difusión de los avances científicos (donde entramos en juego lo que estamos en esta maestría), y se trata de ver no solo lo qué es verdadero, sino de saber en qué lo verdadero es importante o interesante (p. 118). Aquí también entra en juego la forma en que se están formando a los investigadores porque en la actualidad el sistema de formación no toma en cuanta la historia del campo, conocimiento indispensable para la crítica de la función productora. La última función es la política que se refiere a la socialización del conocimiento científico y resalta que es necesaria una crítica de la forma en que la producción científica afecta a la sociedad. En lo personal, creo que este último tipo de crítica es la que hace más falta actualmente y creo que me gustaría ejercer esto. Se me hace más importante que simplemente revelar fraudes o solo bombardear al público de conceptos y datos.
El capítulo XII trata de converger el arte y la ciencia, de ver las relaciones de un científico con algunos aspectos de las artes plásticas contemporáneas. Algunas de las obras empleadas en este esbozo de ideas, los publiqué aquí hace unos días.
El siguiente capítulo habla de lo que la literatura nos aporta para explicar la ciencia. Al pensar en divulgar “al público” (concepto muy amplio que incluye a todos, pero no se refiere a nadie en particular) es complejos, sin embargo la literatura lo hace bastante bien. Me recuerda a las obras de teatro hechas por Galileo para explicar sus descubrimientos al pueblo. El autor usa imágenes de novelas que nos ayudan a relfexionar sobre la producción científica, como Bouvard y Pécuchet de Gustave Flaubert que ayuda a entender que la ciencia tiene su locura y estupidez.
El capítulo XIV habla sobre la relación existente entre ciencia y ficción, donde expresa que no son incompatibles y la forma en que en la ciencia existe ficción, principalmente en la forma de inventar nuevos mundos (como los Gedankenversuch de Einstein) o la simulación que va más allá de la realidad. Finalmente en el último capítulo que leí (la XV), Leblond hace hincapié que la lengua es la que impulsa a la ciencia, es decir, que los científicos tienen que prestar atención al uso que le dan a la lengua, que sea la correcta porque pueden originarse confusiones. Esto me recuerda a los regaños de uno de mis maestros de la licenciatura que se quejaba diciendo que “los ingenieros estábamos acabando con la lengua” y es muy cierto. Esto me preocupa mucho porque al ver a mis alumnos adolescentes escribir, me doy cuenta que tampoco saben escribir (ortografía y “modismos” quesque derivados el uso del messenger como el “ke” en lugar del “qué” o escribir dos “i” cuando solo va una o poner un cero después de cada “o”, entre otros), ni tampoco como expresarse de forma escrita (errores gramaticales garrafales). Y la bronca no es solo entre adolescentes: también le doy clases a ingenieros en sus primeros semestres y la escritura es igual o peor. ¿Cómo van a divulgar ciencia, es más, cómo se van a comunicar si no saben escribir? Las escuelas de hoy anuncian que enseñan valores, pero deberían preocuparse antes de asegurarse que saben leer y escribir.
Por otro lado el autor, como buen francés, está molesto por la predominación del inglés para textos científicos. Definitivamente es otra forma de discriminación y aleja los nuevos desarrollos de mucha gente. Por ejemplo, el otro día estaba leyendo el proyecto de doctorado de una mujer española y todas sus referencias eran a gente que escribía en español y yo comenté una lista de bibliografía, muy importante para su trabajo, pero todo está en inglés. Me recuerda a lo que hizo Dante con la literatura en su época, donde no le importó escribir en italiano en lugar del latín que era la lengua docta en el que todos escribían. A lo mejor el inglés llegue a ser una lengua muerta en el campo de la ciencia, pero no sucederá en un futuro nada cercano (de hecho dudo que suceda, pero Leblond le gustaría, jeje).
Las siguiente lectura fueron algunos capítulos del libro El Universo de Carl Sagan donde 23 autores hablaron sobre los planeas y diferentes aspectos de la divulgación de la ciencia (lo que a nosotros nos interesa más) en honor del 60 cumpleaños de Carl Sagan, uno de los divulgadores más importantes del siglo XX. Voy a hablar de algunas ideas de los dos primeros capítulos, las cuales se me hicieron las más interesantes.
En el capítulo 12, Ann Druyan se cuestiona la importancia de divulgar la ciencia. Parte del hecho de que los primeros científicos presocráticos “metían las manos” al hacer ciencia, sin embargo desde Platón muchos intelectuales practican la ciencia solo en ciertos lugares aislados de todo el mundo, lo cual es un grave error. Ella ve que la ciencia va ligado a la democracia, donde todos pueden opinar sobre los acontecimientos en lugar de quedar al margen, cosa que se ve obstaculizada si los hombres (y mujeres, para no verme sexista) de ciencia están aislados sin compartir sus avances. Una frase que me puso a pensar es cuando escribe “podemos hacer ciencia prescindiendo de democracia. Pero me pregunto si podemos esperar que exista la democracia si falta la ciencia” (p. 206). Esto me recuerda a un proyecto que hicimos hace un año en la clase de Susana, donde le apostamos a la divulgación de la ciencia para ayudar a atacar el problema de contaminación en el río Santiago. Hablando con la gente afectada de El Salto me di cuenta que se habían metido a fondo a estudiar asuntos de ciencia relacionados a su problemática y me citaban estudios realizados y sus resultados. Realmente creo que la ciencia es capaz de transformar la forma en que vemos el mundo, y estas personas, gracias en gran medida a lo que han aprendido de la ciencia que alerta sobre el río Santiago, se han manifestado públicamente en numerosas ocasiones buscando un trato más justo y democrático. Otra idea que entra en un debate que teníamos en una clase anterior es la de no subestimar a la gente, de respetar su inteligencia. No creer de antemano que “la gente” no tiene conocimiento previo. Creo que la solución es escribir para cierto público meta, que conozca más o menos, para escribir algo acorde a sus intereses y a lo que saben.
El capítulo 13 lo escribe James “el asombroso” Randi quien habla de los problemas con la pseudociencia y quienes buscan engañar con cosas que parecen científicas, pero que no lo son. Para él, el divulgador debe intentar informada a la gente, e incluso destruir sus creencias o hacerlos dudar de ellos, luchando contra el pensamiento mágico que da respuestas sencillas y positivas, sin condiciones, objeciones ni probabilidades estadísticas. Tal vez esta sea la misión de Randi, pero como dije antes, la mía es la de mostrar repercusiones sociales de los avances científicos.
El último texto fueron varios capítulos del libro “The Flight of Science and Reason” que Mauricio de forma muy amable nos compartió su presentación aquí. Debo decir que no me gustaron mucho los textos, ya que pecan de lo que critican. Básicamente los autores, que son bastante distinguidos (entre ellos algunos tienen premio Nobel), critican el hecho de que nos estamos alejando de la ciencia y la razón. Culpan las críticas de los postmodernistas quienes dicen que el conocimiento es social cuyo contenido fluye hacia las masas y está diseñado para dar soporte a los grupos que están en el poder. Estoy de acuerdo que no todo el conocimiento es igual de válido, pero creo que estos autores se lo toman demasiado en serio. El capítulo de Herschbach usa una metáforas de jardinería para mostrar que la hostilidad mostrada hacia la ciencia (y por consiguiente, también hacia los científicos) que “abunda” en los textos de los humanistas derivan de que no conocen a la ciencia, que creen que es un proceso inflexible. Es interesante su explicación sobre la forma en que “funciona” la ciencia (y otra parte aburrida, por lo menos para mí, fueron los mil detalles de como se pasó de la idea de Otto Stern sobre átomos en campos magnéticos hasta llegar a la cura del SIDA). Goodstein habla de los fraudes dentro de la ciencia, más allá de gente que se roba los créditos de los trabajos (que es muy frecuente, por cierto), sino que cuando los procedimientos necesarios para replicar los resultados del estudio o los resultados mismos son representados erróneamente con conocimiento de causa. Esto muestra que los científicos también son parte de la sociedad y no aislados de ella, y al igual que toda la sociedad, hay quienes son corruptos y tranzas como hay muchos más que son honestos. Weissmann hizo un artículo, desde mi punto de vista el más interesante, sobre la historia de la medicina donde deja ver que el abandono de la ciencia ha sucedido desde hace mucho tiempo. Sampson me parece que tiene la misma misión en la vida de Randi (mencionado anteriormente) porque en su capítulo habla enérgicamente en contra de la medicina alternativa. El capítulo de Held se me hizo bastante aburrido y no aporta mucho a la discusión, por lo menos desde mi humilde punto de vista, sin embargo Lewis ataca de frente a los “verdes” que se han alejado de la ciencia, o más bien lo necesitan para fundamentar sus ideas, pero son hostiles hacia ella por ser el culpable de todos los males de que afectan el medioambiente.
Creo que esto fue mucho rollo, pero es compartirles lo que me llamó la atención de las lecturas. Gracias.