martes, 5 de agosto de 2008

La ciencia bajo ataque

Esta editorial de Nature es bastante interesante al mostrar las preocupaciones de muchas áreas de la ciencia por las presiones presupuestarias que vienen desde la política y que generalmente no esta justificadas en los resultados reales de los proyectos de investigación.
Por cierto, muchos saludos a todos los que participamos en esta breve pero intensa experiencia de discusión científica.

Semana 2. Metaforas holográficas

Una de las metáforas más comunes al hablar de la mente humana es comprarla con un espejo que refleja o representa la realidad. Richard Rorty hace una crítica completa a esta metáfora, he incluso al uso mismo de metáforas al hablar de la realidad, como uno de los motivos por los que existen muchos de los problemas filosóficos, que termina como pseudoproblemas, efectos de nuestro uso del lenguaje. Pero estos juegos de lenguaje se han convertido en problemas por la creencia de que el lenguaje y nuestra experiencia son reflejos de la como es la realidad en sí, y que por tanto nuestras equivocas metáforas son reales en la medida en que pertenecen a una estructura de creencias particular y a un dominio de significados verdaderos. Aunque la crítica de Rorty esta enfocada a una epistemología fundacionalista, también repasa a la ciencia, que asume como cierta la metáfora del espejo y afirma que sus proposiciones sobre al realidad no son más que reflejos de como las cosas realmente son. Las lecturas de esta semana dejan una constancia de que la idea central de Rorty no esta tan desencaminada, que la búsqueda de una metáfora que condensen la compleja relación mente-realidad aun sigue, y que los verdaderos pensadores de nuestro tiempo, lo son por su capacidad de construir sistemas coherentes de conocimiento que pueden ser puestos a discusión, pero que al ser mutuamente contradictorios ponen en tela de juicio nuestro acceso univoco a una realidad o al menos a su reflejo fiel.
Como sofisticación de la metáfora del espejo, el paradigma holográfico no deja de ser evocador, al grado de que es invocado por muchos movimientos holísticos y de la nueva era como una evidencia científica de la intima relación mente-universo planteada en muchas religiones orientales. Aunque el paradigma holográfico tiene particularidades que conviene aclarar, como la noción misma de que la realidad en sí es un holograma del que la mente es una parte, y por lo tanto contiene la expresión del holograma completo. La mente y realidad no son dos todos aislados que se relacionan unidireccionalmente, sino que la mente esta imbuida en la realidad de la que forma parte, con las mismas reglas y por lo mismo es un compendio de las reglas de la realidad, borrándose la separación entre los actos metales, y los reales, todo acto mental termina por ser real al formar parte del holograma completo de al realidad. La operaciones mentales reflejan el orden básico del universo, ya que son el orden del universo en si mismas. Aunque interesante el paradigma cae en uno de los excesos que Rorty ya señalaba, suponer que existe alguna condición privilegiada para que la mente humana comprenda el universo. Aunque afirmar que la mente es parte del universo puede sonar neutral, el siguiente paso es afirmar que la mente es el universo o al menos su representación y que de alguna forma, el cerebro humano es una herramienta mucho más “holográfica” que otros cerebros. El problema fondea de nuevo en la confusión entre realidad y conocimiento, en la asunción de que el conocimiento tiene que ser parte de la realidad, en lugar de dar cuenta de ella.
De ser cierto el modelo holográfico, que a nivel de una mente o de la explicación de los procesos mentales puede funcionar, el paradigma omniabarcador que se propone entra en crisis si comparamos lo dicho por los verdaderos pensadores de nuestro tiempo, que con más frecuencia de la que nos gustaría reconocer, se contradicen entre sí, afirman cosas que al opuesto le parecen descabelladas, y muchas veces terminan por aceptar que si bien sus aportaciones al conocimiento han sido fundamentales para el progreso intelectual de la humanidad, también han sido usadas para propósitos menos claros y que en un universo holográfico ponen en entredicho la capacidad de ciertos cerebros de actuar como hologramas de la realidad. Si Prigoguin tiene la razón y Thom se equivoca, o si la sociobiología es una herramienta para conocer comportamientos no culturales o es una forma de determinismo, una sofisticada biopolítica, no es tan importante como poner de relieve que la interacción en entre estas ideas discordantes y a veces lejanas, es el motor de la ciencia; la discusión pública no es solo un requisito formal para los practicantes de la ciencia, sino una de sus piedras de fundación, que permiten evitar el problema de definir quien posee la mejor representación de la realidad y someter todas al escrutinio y la indagación. Me uno a Rorty, la mente no es un espejo de la naturaleza, y tengo mis dudas de que el cerebro sea un holograma del universo, pero creo más probable que la discusión abierta entre verdaderos pensadores, en un clima que favorezca el intercambió, la experimentación, la investigación y el desarrollo de nuevas ideas y conocimientos, sea el camino para ayudar a construir un gran holograma. Sólo no hay que olvidar que el mapa, no es el territorio.

lunes, 4 de agosto de 2008

Semana 4. Volando con la ciencia, de la ciencia

Wittgenstein cierra la obra central de su primera etapa, el Tractatus, con un aforismos intrigante: “Sobre lo que no podemos hablar debemos guardar silencio”. La interpretación de esta frase ha sido de lo más variada, el positivismo lógico lo interpreto como una prohibición para hablar sobre metafísica, y al contrario en la actualidad se interpreta como un proposición mística, un llamado de Wittgenstein para permanecer alerta a los intentos de explicar desde la racionalidad aquello que escapa a la propia capacidad de cognición y de expresión de lo que podemos conocer. Pero, además de esta interpretación parece que también es muy popular pensar que la sentencia es una orden para evitar que alguien fuera de un campo de conocimiento critique a sus vecinos. Es cierto como señalan los autores de varios de los artículos de esta semana que la ciencia implica la pertenencia a un grupo que comparte un lenguaje que es una de sus herramientas principales de trabajo. Pero, afirmar esto de manera normativa lleva tarde o temprano a negarle, a cualquiera que no comparta nuestras competencias, el derecho a expresar su opinión respecto a nuestro trabajo. Por ello la insistencia de Lévy-Leblond de abordar el problema del lenguaje y de su papel en la relación entre ciencia y sociedad, y de la importancia de esta última en el desempeño de la primera.
Sin duda, la ciencia ha posibilitado muchos de los cambios sociales que ahora vivimos, pero la ciencia no existe exenta a la sociedad que la produce. En ese sentido la noción de que la democracia depende de la ciencia puede ser peligrosa, tanto como suponer que podemos hacer ciencia sin democracia, ya que esta es fundamental para permitir el libre dialogo, la crítica y el debate de las ideas, científicas o no. Parece que algunos científicos y otros que no lo son pero se han auto-nombrado guardianes de la ciencia, les gustaría volver a la época de la inquisición y simplemente mandar callar a aquellos que la critican. Esto es grave no sólo como atentado a los derechos de expresión, sino porque además niega uno de los principios básicos del trabajo científico. Aun con sus limitaciones, la noción central de Popper de que la ciencia avanza a cuestionando del conocimiento ya establecido, sigue siendo una de las mejores explicaciones para entender el avance del conocimiento desde Copernico, y si Galileo se hizo famoso, fue por si interés en explicar su hallazgos y al contrario, porque fue mandado a callar bajo la premisa de lo que decía era peligroso para el bien público. Comparto pues la llamada de Lévy-Leblond de hacer de la divulgación de la ciencia una instancia de crítica de la misma, al tiempo que los científicos son críticos con su propia práctica y no pierdan la perspectiva histórica de su trabajo.
Por supuesto, esto lleva a los polémicos textos de Flight to the Reason. Si bien por principio hay que aceptar que muchos de los ataques de la posmodernidad a la ciencia se centran en cuestiones más bien colaterales a la práctica cotidiana de la ciencia. No podemos responsabilizar completamente a los científicos de las consecuencias de sus hallazgos, ya que muchas veces las aplicaciones dependen de coyunturas históricas en las que el científico no puede hacer mucho. Pero tampoco estos pueden suponer que su práctica esta exenta de estas coyunturas y que la ciencia no se ve influenciada por ellas, y en consecuencia tampoco puede sentirse ajeno a ellas. El rechazo que ciertos sectores de la sociedad sienten hacia la ciencia tampoco es nuevo, y es muy probable que el numero de opositores a la ciencia hoy en día sea considerablemente menor que hace menos de 50 años debido a la penetración de la educación forma y de la divulgación del conocimiento científico. Tal vez la preocupación de los autores de las conferencias de Flight es que los que cuestionan la ciencia hoy en día son influyentes a nivel social y político, pero durante mucho tiempo el principal opositor a la ampliación del campo de acción de la ciencia fue la Iglesia que contaba con mucho más influencia social y política. A la larga la ciencia termino demostrando que en muchos temas tenía la razón, y no lo hizo como la Iglesia por golpes de autoridad, sino con demostraciones sencillas que podían ser explicadas y corroboradas por cualquiera. Tal ves esto es lo que han olvidado los científicos indignados por la nueva ofensiva de la irracionalidad, la ciencia en el pasado avanzó porque no se supuso infalible, sino capaz de cuestionar la infalibilidad de otras instituciones. Por ahora, algunos científicos parece que han olvidado ellos mismo son hijos de la posibilidad de cuestionar el conocimiento establecido, de inventar nuevos lenguajes para hablar de lo que aun no era evidente.

Semana 5. De masas, belleza y una vida de ciencia

En una sola semana vimos una denuncia de Ortega y Gasset contra el científico-masa, y a una contra-replica de un científico que ha hecho de todo para no quedar en la masa. La determinación de Lovelock de mantenerse como un independiente es tal vez la antítesis de la visión de Ortega y Gassete de un científico devorado por el aparato de su propia ciencia e ignorante de cualquier cosa que pasara en su alrededor. Pero el caso de Lovelock me parece en muchos sentidos interesante, aunque al mismo tiempo cuestionable. Si bien su determinación de trabajar siempre para si mismo fue fértil para su propio trabajo queda una sobra de deuda de si hubiera podido hacer mucho más guiando a equipos de investigación más amplios. Porque al final, la ciencia no es una labor de individuos excepcionales, sino de muchos científicos que contribuyen un poco a construir nuevas comprensiones, a través de la comprensión entre ellos. Ortega y Gasset no denunciaba que el científico se convirtiera en un artesano del conocimiento que contribuyera con sus pares, y en su caso los guiara, sino que se aislara del resto del mundo y que olvidara todo lo que no fuera su estricta competencia y se convirtiera en un ente anónimo para la sociedad en su conjunto, pero además con la pretensión de saber más que los demás. Por momentos Lovelock, con toda su excepcionalidad y su trabajo de reflexión, fundamental para entender a nuestro planeta, se parece un poco a ese científico aislado, por otros emerge su responsabilidad social y sus críticas a los que en el ámbito político deforman las ideas científicas a su conveniencia. En conjunto, la autobiografía de Lovelock nos muestras la vida cotidiana de un científico lejos de las idealizaciones del científico consagrado únicamente a su trabajo. Desde la descripción de sus viajes, el reconocimiento de la importancia del amiguismo, la forma en que los encuentros fortuitos hilaban ideas nuevas, los enfrentamientos con la burocracia, hasta las forma en que sus preferencias de clima o gastronomía terminaban por definir mucho de su trabajo subsecuente, Lovelock hace patente que el científico es también un ser humano que actúa por impulsos a veces poco racionales. Freud tendría que decir mucho de su infancia, y su decisión de llamar a su teoría Gaia, pero tal vez a Freud el científico le habría interesado la forma en que pudo enlazar sus gustos personales con su trabajo científico para hacerlo más provechoso, cosa que Sigmund tal vez no pudo lograr absorbido por las horas interminables de diván. Pero en este punto es donde tal vez un Ortega y Gasset le haga notar su falta de compromiso y de voluntad para trabajar con otros y guiarlos, de solo auto-afirmarse y sentirse complacido en todo momento por su conducta sin someterla al escrutinio de otros.
Pero al final, el escrutinio de los otros, no solo de sus pares, es el que podría poner a los científicos a buen resguardo de convertirse en hombres-masa. Y es en cierta forma lo mismo que quiere demostrar Asimov en su referencia a la belleza que revela la ciencia, si esta no cumple con su papel de desvelar para todos y no solo para si misma, lo que hay de bello en el mundo, entonces sera percibida desde fuera como un mundo árido lleno de personas extrañas que sólo están interesadas en sus asuntos. El problema que creo resumen los tres textos y que tienen que ver con muchos de los vistos con anterioridad es el de como los vasos comunicantes entre los científicos, la sociedad científica y la sociedad en general son también un motor para el desarrollo del conocimiento, y que debilitarlos, permitiendo que el científico sólo se preocupe de su encumbrado conocimiento como denuncia Ortega y Gasset, ocultándose tras instituciones sin probar y conocer otras formas de hacer ciencia como lo evito Lovelock, o cancelando la posibilidad de que el ciudadano común también disfrute de la belleza de la ciencia como lo plantea Asimov, solo contribuirá a debilitar a la propia ciencia.

Semana 3. Neurociencias, pseudociencias y muertes

La discusión sobre los aportes de Freud al conocimiento de la humanidad es casi tan antiguo como la publicación de su obra La interpretación de los sueños. Por ello vale la pena recordar lo dicho por Popper en este respecto y mucho del debate contemporáneo sobre las pseudociencias. Para Popper el problema central de la filosofía de la ciencia es su demarcación, i.e. distinguir entre lo que es ciencia y lo que el denomina "no ciencia", bajo la que el coloca, entre otras, a la lógica, metafísica, psicoanálisis. Para Popper el eje central de la ciencia no pasa, como creían los positivistas lógicos, por la inducción o por la pura empiria. A partir de la crítica de Hume a la inducción, Popper dice que esta jamas ha sido usada en la ciencia y que la obsesión por la observación pura antes de la teoría es irrelevante: toda observación es selectiva y condicionada por la teoría, esto es, no existe una observación pura o libre de teoría. En este sentido, se cuestiona la visión tradicional de que la ciencia se puede distinguir de la no ciencia por su metodología inductiva o por el uso privilegiado de los datos empíricos; al contrario, Popper sostiene que no hay una única metodología especifica de la ciencia. La ciencia, como virtualmente cualquier otra actividad humana, consiste para Popper en la solución de problemas. Para Popper lo que caracteriza a la investigación científica es su voluntad de encontrar datos que contradigan su propio conocimiento, que lo falseen. Es fácil obtener evidencia en favor de cualquier teoría, polo que estos datos favorables sólo se deberían considerar científicos si son resultado de una predicción arriesgada y que se convivió para poder ser falsa. En consecuencia una verdadera teoría científica es aquella que establece en que condiciones podría ser refutada. Desde la lógica es imposible verificar de forma concluyente una proposición universal por referencia a la experiencia que siempre es limitada; pero un sólo hecho que la contradice la falsifica de manera concluyente. En una palabra, la excepción, mas que probar una regla, la refuta.
Con este criterio de demarcación, la física, la química y la psicología no introspectiva, entre otras, son ciencias, mientras que el psicoanálisis es una pre-ciencia, i.e. es un cuerpo de conocimiento que sin duda contiene verdades útiles e informativas, pero hasta que las teorías del psicoanálisis se formulen de una manera que sean falsables, no tendrán el estado de teorías científicas. Esto lo decía Popper hacia la década de 1940, cuando muchos científicos y filósofos de la ciencia trataban de separar la paja del grano en la búsqueda de una ciencia unificada, y de la erradicación de cualquier conocimiento no científico que se podía considerar peligroso o dañino para la sociedad. No hay que perder de vista, que si bien muchos científicos participaron de estos debates, los deseos de pureza del Circulo de Viena, fueron más bien formulados por lógico y matemáticos. Al mismo tiempo, en la misma región, Schroedinger, Heisenberg y otros físicos ponían en duda la pertinencias de las observaciones puras, e incluso de su posibilidad. Retomando la discusión de las lecturas sobre el aporte freudiano a las neurociencias, habría que resaltar que no sólo el abandono de Freud de su propio programa inicial peso en el desarrollo del psicoanálisis sino las condiciones mismas en las que se podría hacer la observación de sus teorías. En su época, comprobar con observaciones empíricas sus nociones sobre la actividad neuronal era igual de complicado que comprobar que alguien tenia un sueño y que este estaba asociado con un evento real de su infancia. El psicoanálisis de Freud no se convirtió en ciencia no por fallas del propio Freud, sino por su naturaleza como afirmaciones cerradas que no podían ser sometidas a pruebas, o al menos a pruebas éticas. El programa neurológico nunca se desarrollo porque tampoco contaba con elementos para someterlo a pruebas.
De forma paradójica, esto se relaciona con lo dicho por Cerejido sobre el papel de la muerte en la vida, así como los organismos mueren para posibilitar la evolución, las teorías científicas deben ser sometidas constantemente a prueba para eventualmente ser superadas por otras más adecuadas para explicar la realidad. El defecto del psicoanálisis fue el no haber dado elementos para su propia muerte.
Por si les interesa la obra de Popper, pueden darse una buena idea en Thornton, Stephen. s.d. “Karl Popper.” http://plato.stanford.edu/entries/popper/#ProDem (Accedido Junio 27, 2009).

Semana 1: De helices y comunicación

Si bien el siglo XX estuvo fuertemente marcado por los avances de la física que llevaron a la energía nuclear, en esta misma época la biología lograra establecer una teoría central para explicar los fenómenos de la vida sin tener que recurrir a explicaciones teleológicas. Pero lo que es particularmente notable en la construcción de este conocimiento es la forma en que este se construyó a partir de la colaboración entre especialistas de diferentes áreas, algunas tan lejanas aparentemente como la cristalografía. Más que el descubrimiento en si mismo, que es fundamental para entender los avances de las ciencias de la vida, las dos lecturas hacen hincapié en las circunstancias del descubrimiento, que como Thuiller ilustra en su obra, sigue en cierta forma el modelo propuesto por Khun para explicar las revoluciones científicas y los cambios de paradigmas. Pero más que el paradigma en si mismo, el avance de la biología en el siglo XX pone de manifiesto algo que era de especial interés de Khun y de muchos sociólogos de la ciencia posteriores, la relación entre los científicos, sus sociedades y la sociedad en general. Bernal aborda más la relación entre ciencia y sociedad, mientras que Thuiller y Chambers ilustran las condiciones de la sociedad científicas al menos en su forma más oficializada y civil, ya que por más que se quiera, las relaciones entre científicos se verán algunas veces guiadas por deseos menos valorados que el de conocimiento y por prácticas no del todo metodológicas. Sin embargo, creo que más que negar el valor de la ciencia, el admitir que los descubrimientos científicos son producto de un poco de suerte, oportunidad y audacia, hace más notorio su valor y el de los practicantes como miembros de una sociedad que aprovechan este bagaje y no sólo lo mejoran sino que además lo someten a escrutinio público para desarrollarlo aun más. Si las discusiones sobre el fago se hubieran quedado en sus laboratorio, es muy probable que Watson jamas hubiera viajado a Inglaterra para conocer a Crick y empezar a especular sobre el trabajo de unos cristalográfos. El hecho mismo de que la elucidación de la estructura del DNA y de su posible relación con la transmisión de información mediante su reproducción se dieran a conocer en una apenas media docena paginas de una revista científica, a unos días de haberse realizado los trabajos que permitieron llegar a esos resultados, son un ejemplo del valor que para los científicos de esta época tenía la comunicación de sus descubrimientos y de poderlos discutir lo antes posible con otros especialistas.
Tal vez, el mayor arrojo de Watson y Crick no fue tanto adelantarse a Franklin, Wilkins o Pauling, sino atreverse a discutir su teoría y suponer un uso para ella. Parte del éxito del grupo de Watson y Crick fue su habilidad para definir y enfocarse en asuntos centrales de los mecanismos biológicos, al tiempo que mantenían el libre intercambio de ideas.
Por su parte Bernal, además de hacer una magnifica reseña del estado de las ciencias biológicas hasta mediados del siglo XX, también deja constancia de sus ideales políticos y de como la ciencia se relacionaba con ellos. Aunque hay que admitir que en la visión de Bernal la ciencia tiene un papel social y políticamente neutral, el mismo deja ver que el científico debía ser alguien comprometido de lo contrario la ciencia podría ser tomada por personas con menos escrúpulos y usadas para fines poco humanitarios. El científico al final no solo es responsable de la calidad de su investigación, sino en parte, de las consecuencias que esta tendrá para la vida en general.