Si bien el siglo XX estuvo fuertemente marcado por los avances de la física que llevaron a la energía nuclear, en esta misma época la biología lograra establecer una teoría central para explicar los fenómenos de la vida sin tener que recurrir a explicaciones teleológicas. Pero lo que es particularmente notable en la construcción de este conocimiento es la forma en que este se construyó a partir de la colaboración entre especialistas de diferentes áreas, algunas tan lejanas aparentemente como la cristalografía. Más que el descubrimiento en si mismo, que es fundamental para entender los avances de las ciencias de la vida, las dos lecturas hacen hincapié en las circunstancias del descubrimiento, que como Thuiller ilustra en su obra, sigue en cierta forma el modelo propuesto por Khun para explicar las revoluciones científicas y los cambios de paradigmas. Pero más que el paradigma en si mismo, el avance de la biología en el siglo XX pone de manifiesto algo que era de especial interés de Khun y de muchos sociólogos de la ciencia posteriores, la relación entre los científicos, sus sociedades y la sociedad en general. Bernal aborda más la relación entre ciencia y sociedad, mientras que Thuiller y Chambers ilustran las condiciones de la sociedad científicas al menos en su forma más oficializada y civil, ya que por más que se quiera, las relaciones entre científicos se verán algunas veces guiadas por deseos menos valorados que el de conocimiento y por prácticas no del todo metodológicas. Sin embargo, creo que más que negar el valor de la ciencia, el admitir que los descubrimientos científicos son producto de un poco de suerte, oportunidad y audacia, hace más notorio su valor y el de los practicantes como miembros de una sociedad que aprovechan este bagaje y no sólo lo mejoran sino que además lo someten a escrutinio público para desarrollarlo aun más. Si las discusiones sobre el fago se hubieran quedado en sus laboratorio, es muy probable que Watson jamas hubiera viajado a Inglaterra para conocer a Crick y empezar a especular sobre el trabajo de unos cristalográfos. El hecho mismo de que la elucidación de la estructura del DNA y de su posible relación con la transmisión de información mediante su reproducción se dieran a conocer en una apenas media docena paginas de una revista científica, a unos días de haberse realizado los trabajos que permitieron llegar a esos resultados, son un ejemplo del valor que para los científicos de esta época tenía la comunicación de sus descubrimientos y de poderlos discutir lo antes posible con otros especialistas.
Tal vez, el mayor arrojo de Watson y Crick no fue tanto adelantarse a Franklin, Wilkins o Pauling, sino atreverse a discutir su teoría y suponer un uso para ella. Parte del éxito del grupo de Watson y Crick fue su habilidad para definir y enfocarse en asuntos centrales de los mecanismos biológicos, al tiempo que mantenían el libre intercambio de ideas.
Por su parte Bernal, además de hacer una magnifica reseña del estado de las ciencias biológicas hasta mediados del siglo XX, también deja constancia de sus ideales políticos y de como la ciencia se relacionaba con ellos. Aunque hay que admitir que en la visión de Bernal la ciencia tiene un papel social y políticamente neutral, el mismo deja ver que el científico debía ser alguien comprometido de lo contrario la ciencia podría ser tomada por personas con menos escrúpulos y usadas para fines poco humanitarios. El científico al final no solo es responsable de la calidad de su investigación, sino en parte, de las consecuencias que esta tendrá para la vida en general.
lunes, 4 de agosto de 2008
Semana 1: De helices y comunicación
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